sábado, 12 de marzo de 2011

El día de la mujer y los comienzos del feminismo en la Argentina

El 8 de marzo se conmemora el día de la mujer debido a un hecho ocurrido en Nueva York en 1908. En esta fecha miles de costureras industriales se declararon en huelga reclamando mejores salarios, reducción de la jornada laboral, abolición del trabajo infantil, etc. Los dueños de la fábrica Cotton Textile Factory encerraron a sus empleadas para impedir que se unieran a la huelga. Pero se desató un incendio dentro de la fábrica que acabó con la vida de más de un centenar de trabajadoras.

Argentina 1930/ Artículos del diario La AljabaFuente: La Aljaba, Nº 4, 26 de noviembre de 1830, pág. 1; Nº 8, 10 de diciembre de 1830, págs. 1-2; Nº  13, 28 de diciembre de 1830, págs. 1-2.

A los que se oponen a la instrucción de las mujeres
Fuente: La Aljaba, Nº 4, 26 de noviembre de 1830.

¿Hasta cuándo se verá el sexo femenino sumido en la obscuridad en que lo encerró el sistema opresivo de los que le negaban los conocimientos más sencillos? Ya no puede culparse a ellos de la degradación intelectual en que yacen la mayor parte de las mujeres: los elementos para ser instruidas existen entre nosotros: las disposiciones naturales de las americanas presentan garantías suficientes para esperar un buen éxito en los ensayos: por otra parte, tienen también un estimulante poderoso en varias personas de ese sexo que figuran entre los hombres ilustrados de naciones las más civilizadas, por sus talentos sobresalientes en varias materias. Italia cuenta un número crecido de mujeres cuya fama vivirá siempre: las tiene doctas en teología, en leyes, en filosofía, en geometría, en matemática, y muchas en poesía. Francia es el foco de las mujeres célebres en literatura, y demás ramos; que, según algunos sólo pertenece su conocimiento a los hombres. Inglaterra ve en sus bibliotecas los nombres de mujeres que la honran por su ilustración. Parece que los que sostienen que las mujeres deben vegetar en la más crasa ignorancia, las consideran formadas de otra materia diversa a la suya; y que por ser variada la sustancia debe por consiguiente serlo también el espíritu: seguramente los que así discurren son descendientes de Platón; con la diferencia de que, aquel quería hacer a los hombres en sus faldas, con sus propias manos; y que estos, sus descendientes, habiendo adelantado más en la materia, han formado en sus imaginaciones, no sólo a las mujeres, físicamente, sino también puéstoles límites a las facultades de sus almas.

Educación de las hijas
Fuente: La Aljaba Nº 8, 10 de diciembre de 1830.
La educación de las mujeres es, por desgracia, en nuestro país mirada como lo menos necesario a su dicha: cuando es, por el contrario, la educación en ellas la base fundamental sobre la cual debe sostenerse el edificio social: si ellas no se hallan bien penetradas de una sana moral; si no conocen a fondo sus verdaderos deberes; si no se les hace ver cuál es su posición en la sociedad, y los bienes que esta debe esperar de ellas, crecerá el desaliento, que a muchos domina, para manifestar lo que son capaces de practicar, aun dentro de la estrecha órbita en que están colocadas, por su naturaleza misma.

Deber de las damas argentinas con respecto a la sagrada causa y engrandecimiento de su patria
Fuente: La Aljaba, Nº  13, 28 de diciembre de 1830, págs. 1-2.
(…)Pero este reconocimiento, no nos traerá los bienes que debemos esperar de él, sin que por nuestra parte hagamos ver a la Francia, y al mundo entero, que somos y estamos capaces de ser reconocidos; un ministro diplomático se nos pide, como es de costumbre, entre las naciones cultas: para que este marche competentemente autorizado, ¿qué haremos? ¿De qué modo nos presentaremos a una nación poderosa, y que acaba de darnos la más alta prueba de la unión y de sus sentimientos y deseos? Nosotros que somos, y estamos tan discordes y tan divididos –en nuestras opiniones, y hasta en el conocimiento de nuestros propios intereses, ¡qué hacemos!
¡Sexo influyente! Ha llegado el momento más crítico, y más oportuno para manifestar lo que podéis sobre el corazón de los hombres. ¡Argentinas de todos los pueblos del interior! Con vosotras hablo, compatriotas cordobesas, tucumanas, salteñas, santiagueñas, y todas, unid vuestros ruegos con las porteñas; postrémonos todas ante los hombres, alcemos nuestras manos, lloremos… Federales y unitarios queden desarmados por nuestras súplicas; y por nuestras lágrimas sean enmohecidos los filos de sus espadas: todos llenos de un mismo sentimiento; todos poseídos de unos mismos deseos, sean presentados por nosotras en el templo de la reconciliación; allí serán coronados por nuestras manos, y sin dilación impelámoslos a que en las aras de la patria juren sacrificar, en lo sucesivo, todas sus pasiones, antes que volverla exponer a sucumbir bajo las ruinas de la discordia… Nunca se nos ha presentado una mejor ocasión de imitar a las sabinas, que desarmaron la cólera y la venganza que dominaba con furor, a los que iban a entrar en el combate; ellas se postraron en medio del campo que unos y otros habían destinado para lugar de su sepulcro, antes de ceder de sus pretensiones, por ellas, por sus ruegos y lágrimas, en vez de la muerte hallaron la vida, y una unión que los hizo después temibles y respetables para otras naciones.
¡Imitemos su ejemplo: roguemos a los partidos: mediemos para que terminen sus divergencias; y si no ceden a tan justa demanda, que vuelvan los puñales que amenazantes brazos levantan contra la vida de la patria, que los vuelvan sobre nuestros pechos; que vean correr nuestra sangre antes que, en su empeño, logren ver desgarrada a aquella, y en ella a nuestros hijos tiernos y queridos!

Fuente: http://www.elhistoriador.com.ar/

viernes, 4 de marzo de 2011

Departamentos


El viento se divierte jugando con la puerta, es que él no comprende sobre aberturas, ruidos y falta de aceite. El rectángulo blanco, perverso aliado; entre ambos corrompen el silencio de hospital que reinaba hasta entonces en la casa. Las dimensiones de una habitación; las blancas paredes se confunde con las cortinas de igual matiz hasta que una ventisca las hace flamear como una bandera. Al abrirse en un movimiento florido de los primeros días de septiembre se escurren por la ventana una innumerable cantidad de olores que se van metiendo en uno y con ellos las imágenes tan vivas como si precisamente uno fuera el que está allí ahora.
La cena en familia; murmullos por aquí y allá, temas banales y la figura de alguien que se aventura al debate arrojando una frase polémica. Los ruidos de los cubiertos rozando los platos son corrientes, ordinarios, pero jamás nadie se detuvo a pensar en tremendo sonido, tan fino, tan histérico. Las discusiones de política ganan terreno entre recetas de cocina que van perdiendo adeptos a medida que las defensas por los candidatos se hacen más enérgicas.
Sale uno, sube otro y apretando un botón ya está abajo. Puerta principal; bocinas y frenadas indican el camino adentrándose al pasillo entre tenues luces incapaces de marcar el rumbo.
- ¿Cómo anda don?- inicia la charla con una sonrisa cómplice que acompaña la frase.
- ¿Que tal joven?- responde con otra pregunta y casi con el último esfuerzo tomando impulso para subir la escalera hacia el ascensor.
- ¡Lindo día!- exclamó, cerrando con un tema intrascendente, simplemente para evitar ser descortés y por puro compromiso.
Asintiendo con la cabeza le pone fin al dialogo; ambos se retiran a continuar cada uno con su vida.
Espejo grande, zaguán angosto; el aroma de sábado por la noche está en el aire y los colores de los vestidos aparecen en cada rincón del departamento. Planes truncos y nuevos destinos auguran horas de charlas y amigos. El timbre suena con segundos de diferencia al llamado del teléfono, optando por el segundo alguien se retira afuera cansado de esperar mientras que en el aparato una voz chillona oficializa el compromiso nocturno.
El dilema femenino pone nervioso al del “B”, quizás por envidia, no es día de juerga para él, sino más bien noche de trabajo. El alquiler por vencer y tanto dinero que juntar. Ropa sucia, hoyas con grasa y los pocos muebles tapados con una amplia capa de polvo. La prolongada ausencia comienza a pasar factura en la casa y las habitaciones se manifiestan a través de olores húmedos entre alcobas y pasillos en desuso.
El ojo de la puerta clarifica el panorama llegando a la escalera. Al del “B” ya no le interesa la mujer y la superflua decisión estética; murmullos y chismes toman fuerza en el punto nodal entre el segundo y tercer piso.
- Que maleducada la del primero, pasa una por al lado y ni siquiera se toma la molestia de responder al saludo- tiró con tono despectivo y un poco de rencor.
- Es que se peleó con su marido- afirmó escandalizada- y no sabes la trifulca que se armó.
- ¡No me digas!- contestó rápido sin dejar terminar el relato, con cara larga producto del asombro y las ganas por saber más.
En eso el corredor se llena de inocencia para hacerle frente a tanta malevolencia. Niños buscando trincheras para quedarse un largo rato allí; evitar ser encontrados es el objetivo. Alguien sale a la búsqueda avanzando a paso decidido entre las señoras de aquella conversación.
- Estos niños están alborotando el lugar- enojada.
- Hay que hablar con el conserje- con mirada vengativa hacia los pequeños se da vuelta y continúa la charla olvidando la intromisión.
Adornos florales, fotos en blanco y negro y una combinación de muebles típica de los ´80. Piazzolla de fondo acompaña la tempranera cena; hoy no es noche de visitas para el viejo Méndez. Las nietas de viaje en las cataratas, el distanciamiento con su hija menor por esos giros inesperados de la vida y su amada desde hace tiempo mirándolo de arriba. Cuartos oscuros y plato metálico con tibia sopa de fideos.
Otra vez las dimensiones de la habitación blanca, las cortinas flameando y el juego de la puerta. Mientras vidas diurnas se despliegan a lo largo y ancho del departamento, alguien junto a un velador apoyado sobre una rústica mesa blanca escribe sumergido en la tristeza de una vida tan o más diurna que la de los demás.

  

miércoles, 2 de marzo de 2011

La paradoja del doctor Charles

Sobre finales del siglo VIII  en la ciudad de Bitola, Macedonia, vivió el doctor Charles. Un profesional de los más reconocidos de la época en el campo de la medicina y hasta el momento único médico del poblado. Para ese entonces Bitola, ubicada al suroeste de la nación macedónica, atravesaba, al igual que la mayor parte de Europa, la peste bubónica; una epidemia proveniente de Asia y de la cual los ciudadanos bitolanos no pudieron escapar.
Frente a los distintos casos de la peste y producto de la demanda de pacientes, Charles comenzó a llenar sus bolsas de preciosas monedas de oro que los acaudalados artesanos del lugar le daban a cambio de la medicina. Pero Charles, ningún improvisado en el tema, entendió que al repartir equitativamente la dotación necesaria para la curación le iba a poner  fin a su creciente economía. Ante dicha situación, comenzó a reducir las dosis y de ese modo las curaciones eran a medias, es decir,  los pacientes al mes volvían con los mismos síntomas; el doctor tejió entonces un circulo tan perverso como perfecto donde el único beneficiado era él.  Jamás nadie se atrevió a desafiar los conocimientos de Charles, pues este era hacedor de una impresionante retórica capaz de engañar al más sabio del poblado; además de la arrogancia de alguien que disfrutaba de la dependencia que el pueblo había contraído con sus facultades.
Llegando los meses de invierno el médico tuvo un amorío con una prostituta en una habitación precaria de su consultorio. El resultado de este romance fue el contagio nada más y nada menos que de la popular peste, la cual dejó a Charles al borde de la muerte. Todos los ciudadanos de Bitola quisieron brindarle ayuda, pero para ello Charles debía revelar cual era el verdadero modo de erradicar la epidemia del cuerpo, ya que el cuadro era muy severo.
El doctor, negándose a desmenuzar la mentira que durante tanto tiempo había configurado, se dejó morir entre delirios y escalofríos antes que describir los años de engaño a los que sometió al poblado.
De todos modos los bitolanos consideraron un héroe al médico, sin embargo este ya no vivía ni para disfrutar de tamaño reconocimiento ni para gozar de las monedas de oro que tanto acumuló, las cuales desaparecieron de un momento para otro, importando poco que habían pertenecido a Charles.

martes, 15 de febrero de 2011

Guaicaipuro Cuatémoc cobra la deuda a Europa


Aquí pues yo, Guaicaipuro Cuautémoc, he venido a encontrar a los que celebran el Encuentro. Aquí pues yo, descendiente de quienes poblaron América hace cuarenta mil años, he venido a encontrar a los que se la encontraron hace quinientos. Aquí pues nos encontramos todos: sabemos lo que somos, y es bastante. Nunca tendremos otra cosa.
El hermano aduanero europeo me pide papel escrito con visa para poder descubrir a los que me Descubrieron. El hermano usurero europeo me pide pago de una Deuda contraída por Judas a quienes nunca autoricé a venderme. El hermano leguleyo europeo me explica que toda Deuda se paga con intereses, aunque sea vendiendo seres humanos y países enteros sin pedirles consentimiento. Ya los voy descubriendo.
También yo puedo reclamar pago. También puedo reclamar intereses. Consta en el Archivo de Indias, papel sobre papel, recibo sobre recibo, firma sobre firma, que sólo entre el año de 1503 y el de 1660 llegaron a Sanlúcar de Barrameda 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata provenientes de América. ¿Saqueo? No lo creyera yo, porque es pensar que los hermanos cristianos faltan a su séptimo mandamiento. ¿Expoliación? Guárdeme Tonantzin de figurarme que los europeos, igual que Caín, matan y después niegan la sangre del hermano. ¿Genocidio? Eso sería dar crédito a calumniadores como Bartolomé de las Casas, que califican al Encuentro de Destruición de las Indias, o a ultrosos como el doctor Arturo Uslar Pietri, quienes afirman que el arranque del capitalismo y de la actual civilización europea se debió a esa inundación de metales preciosos.
No: esos 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata deben ser considerados como el primero de varios préstamos amigables de América para el desarrollo de Europa. Lo contrario sería presuponer crímenes de guerra, lo cual daría derecho, no sólo a exigir devolución inmediata, sino a indemnización por daños y perjuicios. Yo, Guaicaipuro Cuautémoc, prefiero creer en la menos ofensiva de las hipótesis. Tan fabulosas exportaciones de capital no fueron más que el inicio de un Plan Marshalltzuma para garantizar la reconstrucción de la bárbara Europa, arruinada por sus deplorables guerras contra los musulmanes, cultores del álgebra, la poligamia, el baño cotidiano y otros logros superiores de la civilización.
Por ello, al acercarnos al Quinto Centenario del Empréstito, podemos preguntarnos: ¿han hecho los hermanos europeos un uso racional, responsable, o por lo menos productivo de los recursos tan generosamente adelantados por nuestro Fondo Indoamericano Internacional?
Deploramos decir que no. En lo estratégico, los dilapidaron en batallas de Lepanto, Armadas Invencibles, Terceros Reichs y otras formas de exterminio mutuo, sin más resultado que acabar ocupados por las tropas gringas de la OTAN, como Panamá (pero sin canal). En lo financiero, han sido incapaces -después de una moratoria de 500 años- tanto de cancelar capital o intereses, como de independizarse de las rentas líquidas, las materias primas y la energía barata que les exporta el Tercer Mundo.
Este deplorable cuadro corrobora la afirmación de Milton Friedman según la cual una economía subsidiada jamás podrá funcionar. Y nos obliga a reclamarles -por su propio bien- el pago del capital e intereses que tan generosamente hemos demorado todos estos siglos. Al decir esto, aclaramos que no nos rebajaremos a cobrarles a los hermanos europeos las viles y sanguinarias tasas flotantes de interés de un 20% y hasta un 30% que ellos le cobran a los pueblos del Tercer Mundo. Nos limitaremos a exigir la devolución de los metales preciosos adelantados, más el módico interés fijo de un 10% anual acumulado durante los últimos trescientos años.
Sobre esta base, y aplicando la europea fórmula del interés compuesto, informamos a los Descubridores que sólo nos deben, como primer pago de su Deuda, una masa de 185 mil kilos de oro y otra de dieciséis millones de kilos de plata, ambas elevadas a la potencia de trescientos. Es decir: un número para cuya expresión total serían necesarias más de trescientas cifras, y que supera ampliamente el peso de la tierra. Muy pesadas son estas moles de oro y de plata. ¿Cuánto pesarían, calculadas en sangre?
¿Cuánto pesa la sangre de ochenta millones de víctimas? ¿Cuánto pesa el olvido de diez millares de culturas? ¿Cuánto pesa el silencio de veinte millares de lenguas?
Aducir que Europa en medio milenio no ha podido generar riquezas suficientes para cancelar este módico interés, sería tanto como admitir su absoluto fracaso financiero y/o la demencial irracionalidad de los supuestos del capitalismo. Tales cuestiones metafísicas, desde luego, no nos inquietan a los indoamericanos. Pero sí exigimos la inmediata firma de una Carta de Intención que discipline a los pueblos deudores del Viejo Continente, y los obligue a cumplirnos sus compromisos mediante una pronta Privatización o Reconversión de Europa, que les permita entregárnosla entera como primer pago de su Deuda histórica.
Dicen los pesimistas del Viejo Mundo que su civilización está en una bancarrota que le impide cumplir sus compromisos financieros o morales. En tal caso, nos contentaríamos con que nos pagaran entregándonos la bala con la que mataron al poeta.
Pero no podrán: porque esa bala, es el corazón de Europa.

Autor: Luis Britto García

miércoles, 9 de febrero de 2011

El día final

El amanecer está a la vuelta de la esquina. Lo presiento por el hábito cotidiano de escuchar el sonido de los pájaros que se pierden entre las innumerables plantas del jardín. Sin embargo este comienzo del día es distinto. Si bien, cada inicio es difícil. Lo sé. A esta edad y con tan deteriorada salud temo que cada amanecer empieza a transformarse en una utopía. Las pupilas se dilatan, los parpados pesan más que de costumbre, siento una carraspera típica de un despreocupado fumador, aunque estoy muy lejos de serlo, y mi temperatura corporal, sin arriesgarme demasiado en el pronóstico, no es la misma de siempre. Lo presiento, mientras continuo con la tarea de saltar de la cama. Ya no puedo. No soy médico, pero el conocimiento de la materia, por la experiencia del combate y de la vida que he llevado, me dicen que algo anda mal en mí. Desde que llegué a este lugar entendí que aquí pasaría mis últimos días viviendo el momento previo al indeseado deceso. Es así que comprendí el contexto en el cual me hallaba, donde cada día la situación se complica más y más.
A pesar de lo dificultoso que fue esa mañana las costumbres diarias no quedaron a un margen, pues no existían motivos mayores para dejar los quehaceres domésticos. Le pedí a mi hija que me lea los diarios, ya que me veo imposibilitado en hacerlo por mi disminuida capacidad en la vista, más digo disminuida siendo generoso, ya que en realidad debo decir nula. Desayune y luego continúe con algunos trabajos memoriales hasta la hora del almuerzo. Me hubiese gustado salir a disfrutar del sol, pero ese día el solo no estaba, y eso lo hace pensar a uno porque en estos casos la mente es tirana. Las complicaciones matinales, la ausencia del sol y la melancolía que un hombre arrastra por motivos varios. Así quien no pensaría en un final, si hasta se asemeja a un cierre novelesco.
Llegó la hora del almuerzo y con el más inconveniente en la salud. Ahora ya no es la vista ni la garganta, ahora es el estomago. Siento dolores similares al cálido beso del plomo otra vez, como en el campo de batalla, como en aquellas viejas épocas de incansables luchas, es que tan incansables fueron que hoy me encuentro así, pero lejos estoy de arrepentirme, aunque me separen miles de kilómetros de la tierra adorada. Se acerca la hora. Para alegría de muchos y para tristeza de otros es el momento de la agonía lógica de un final anunciado, y particularmente, en el lugar que nunca hubiese pensado estar.
Siempre creí que este pasaje de mi vida iba a estar abundado por la felicidad de quienes me rodean; pertenecer a un pueblo libre es motivo más que suficiente para celebrar. Tras la ruptura con el imperio realista comenzaría la etapa de crecimiento y consolidación de una patria por la cual he dado la vida. Pero hoy lejos estamos de estas ideas. La barbarie sigue sonando con fuerza en el territorio y las guerras civiles sin argumentos fuertes más que el económico son una constante entre hermanos. No puedo creer entonces en un crecimiento, si no hacemos más que destruirnos a nosotros mismos; me han despojado de mi lucha y me han declarado traidor por negarme a desenvainar mi sable en un combate sin sentido.

Abatido, en soledad y muy lejos de su patria murió un gran héroe que ante la mirada de antiguos y contemporáneos se reduce solo a un acto escolar o al día feriado en el cual no se va a trabajar. Pero sin lugar a dudas es más que eso, alguien que supo decir: “Seamos libres y lo demás no importa nada”, seguramente es más que eso.

martes, 8 de febrero de 2011

El "Malvado"

Desde los comienzos, el hombre siempre ha buscado excusas para sus malos actos. Creó millones a lo largo de los años.
Hasta que un día, algunos se juntaron y crearon a una figura donde recayeran todas las culpas de la humanidad.
Después, le dieron hogar en las profundidades de la tierra, para que nadie pudiera verlo, ni él quejarse de su injusto destino, impuesto por un grupito de paganos.
Allí, en la oscuridad y soledad del subsuelo del mundo, el llamado Gran Pastor de los paganitos tampoco podría ver desde la terraza al desafortunado en cuestión. Pero sabía que ese tipito metido ahí era la excusa ideal para todas las cagadas que sus seguidores cometieran en este mundo.
Sin tener contacto con la humanidad, ese tipo sería quien seduciría a todos los hombres a actuar como la mierda, y de él sería la culpa.
Un día el grupito de paganos escribió eso en un libro, para que quedara atestiguada la leyenda del ahora denominada “malvado”.
Al fin, todos podían seguir haciendo cagadas, total la culpa iba a recaer sobre ese individuo que crearon. ¿Qué loco, no? Era más fácil jugar a echarle la culpa a otro que dejar de ser hijo de puta uno mismo.
A ellos les funcionaba. Y a su Gran Pastor también. Él era el que les ponía el camino para que ellos vayan dejando el desastre al paso.
Cuando veas al “malvado”, culpable de todo lo que hacen los demás (y que ni siquiera conoce), pensá si no tendrías su misma cara al haber sufrido tal destino.
Y cuando lo veas rodeado de grandes llamas, pensá en el terrible frío que lo habrá azotado al estar en la total soledad. Con algo la tenía que zafar-
Cuando pienses en hacer una cagada, acordate de todo lo que él sufrió y sufrirá por vos. Él es tu Salvador.

Tu infancia terminó


Adolescente sin luz
tu grave penas lloras
tus sueños no volverán,
corazón,
tu infancia ya terminó.

La tierra de tu niñez
quedó para siempre atrás
sólo podes recordar, con dolor,
los años de su esplendor.

Polvo cubre tu cuerpo,
nadie escucha tu oración,
tus sueños no volverán,
corazón, tu infancia ya terminó.

Esta poesía corresponde al libro “Antes del fin” de Ernesto Sábato, donde realiza cronológicamente un completo recorrido por su vida. La composición no tiene un nombre estipulado por parte del autor, aunque por su contenido y respondiendo a una decisión personal, creo interesante colocarle la frase final del texto “Tu infancia terminó”, a modo de título.

“Antes del fin”/Ernesto Sábato/pág. 40-41